El 30 de enero de 1948 muere asesinado en la India, Mahatma Gandhi luego de liderar el movimiento nacionalista de su país contra el salvaje colonialismo del imperio británico; el 4 de abril de 1968 es asesinado en los Estados Unidos, Martín Luther King después de su incansable lucha contra el apartheid estadounidense y la discriminación racial; el 23 de enero de 2010 muere en Cuba después de 86 días en huelga de hambre Orlando Zapata, siendo preso de conciencia por la defensa de una anhelada restauración democrática contraria al régimen totalitario que gobierna a su país por más de 50 años; el 30 de agosto de 2010 muere en Venezuela Franklin Brito, después de 8 meses en huelga de hambre, en rechazo a los ilegales y caprichosos argumentos del poder totalitario, que condena al individuo disidente al exterminio físico y simbólico sin mediar razones humanas, éticas o legales. ¿Qué tienen en común estas cuatro vidas? Su inquebrantable fuerza moral contra el Poder desmedido y avasallante.
Compartieron los mismos ideales de libertad, abrazando las causas más nobles en las circunstancias más adversas y difíciles. Les bastaba la razón y el firme deseo de justicia para enfrentarse al Poder omnímodo. No propugnaron lucha armada alguna. Su resistencia no violenta sólo persiguió el llamado de conciencia de sus adversarios y el reconocimiento de los derechos del otro. Su entrega personal se convirtió luego en inspiración de miles.
Resulta lógico ver el desprecio que han despertado estas iniciativas civiles en los totalitarismos tanto de derecha como de izquierda a lo largo de la historia. El fascismo alemán redujo a categoría inhumana a “sus enemigos”. El estalinismo soviético persiguió hasta la muerte a sus antiguos partidarios por ejercer la denuncia o la crítica. El régimen castrista califica de delincuencia común a individuos que solicitan mayores libertades. El actual gobierno venezolano encarcela y coarta la disidencia política hasta las últimas consecuencias. En cualquiera de los casos, el macabro guión de la razón totalitaria es el mismo: no tener límites a la hora de aplastar la disidencia.
No es extraño que la dignidad y el coraje mostrado por Franklin Brito sea tachado como demencia por un leviatán profundamente intolerante, incapaz de ver en ello la fortaleza y la resistencia civil de todo un pueblo. Símbolo que comienza a penetrar la conciencia nacional, y cuyas raíces marcan ya sendas profundas de la Venezuela futura. Su ejemplo desnuda como ninguno la soberbia y la embriaguez de poder. Ese absurdo: la vida amenazada por la sombra totalitaria, consiguió la mejor respuesta: la vida misma. La ofrenda de la vida por una vida digna, humana, definitivamente alejada de los vestigios hegemónicos del poder inconmensurable.
Ayer, Mahatma Gandhi y Martín Luther King; hoy, Orlando Zapata y Franklin Brito, banderas de humanidad que flamean victoriosas sobre las revoluciones sin alma; ejemplos de lucha por la dignidad que hoy tocan suelo patrio. Vayamos tras sus pasos.
Compartieron los mismos ideales de libertad, abrazando las causas más nobles en las circunstancias más adversas y difíciles. Les bastaba la razón y el firme deseo de justicia para enfrentarse al Poder omnímodo. No propugnaron lucha armada alguna. Su resistencia no violenta sólo persiguió el llamado de conciencia de sus adversarios y el reconocimiento de los derechos del otro. Su entrega personal se convirtió luego en inspiración de miles.
Resulta lógico ver el desprecio que han despertado estas iniciativas civiles en los totalitarismos tanto de derecha como de izquierda a lo largo de la historia. El fascismo alemán redujo a categoría inhumana a “sus enemigos”. El estalinismo soviético persiguió hasta la muerte a sus antiguos partidarios por ejercer la denuncia o la crítica. El régimen castrista califica de delincuencia común a individuos que solicitan mayores libertades. El actual gobierno venezolano encarcela y coarta la disidencia política hasta las últimas consecuencias. En cualquiera de los casos, el macabro guión de la razón totalitaria es el mismo: no tener límites a la hora de aplastar la disidencia.
No es extraño que la dignidad y el coraje mostrado por Franklin Brito sea tachado como demencia por un leviatán profundamente intolerante, incapaz de ver en ello la fortaleza y la resistencia civil de todo un pueblo. Símbolo que comienza a penetrar la conciencia nacional, y cuyas raíces marcan ya sendas profundas de la Venezuela futura. Su ejemplo desnuda como ninguno la soberbia y la embriaguez de poder. Ese absurdo: la vida amenazada por la sombra totalitaria, consiguió la mejor respuesta: la vida misma. La ofrenda de la vida por una vida digna, humana, definitivamente alejada de los vestigios hegemónicos del poder inconmensurable.
Ayer, Mahatma Gandhi y Martín Luther King; hoy, Orlando Zapata y Franklin Brito, banderas de humanidad que flamean victoriosas sobre las revoluciones sin alma; ejemplos de lucha por la dignidad que hoy tocan suelo patrio. Vayamos tras sus pasos.
Franklin Piccone
Copei Rebelde
soyfrank@hotmail.com
Copei Rebelde
soyfrank@hotmail.com
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